Crónica de una euforia sufrida
Pese a que desgraciadamente mi vagancia me impidió en contra de mi voluntad llevar la cámara de fotos, la marea de imágenes y vídeos que aparecen en los medios de comunicación hacen que esta “crónica” esté perfectamente cubierta.
Hace tiempo que mis sentimientos barcelonistas han marchitado sin remedio. Me importa un huevo si pierden o ganan. Su presidente y afición se empeñan con minar los ánimos de los miles de aficionados repartidos por todo el territorio nacional, y yo no soy de piedra: tengo oídos y no soy tonto. Todo esto podía haberme llevado a la más absoluta indiferencia hacia el desenlace de la liga. No fue así: mi admiración por muchos conocidos hacia Sir David, el ambiente madridista que me rodeaba, y una celebración llena de banderas de todos los sitios, incluida especialmente la de España me empujó a desear como un merengue más que el título se quedara en la capital.
Mis dos compañeros de piso y yo nos dirigimos antes de las ocho de la tarde hacia los alrededores del Santiago Bernabéu, a escasos veinte minutos de mi casa. Allí ya se respiraba un ambiente de euforia, los bares estaban a reventar y parecía imposible acoger a la gente que llegase en la hora que quedaba hasta el partido. Con una suerte sui géneris encontramos un bar ultrapijo, con cervezas a tres euros, y banquetas libres. De esta efímera felicidad pasamos al mecagoend… cuando la luz se fue. Y con esa fortuna que el Mallorca marca el 0-1 con la televisión apagada. Un caos, caras desencajadas que no se podían creer lo que estaba pasando, gritos de “la vamos a liar”. Al segundo apagón nos fuimos. Nos esperaba una buena caminata hasta Nuevos Ministerios, para volver a subir hasta dejar atrás Concha Espina y ver la segunda parte a través de las vidrieras de un bar. “No voy a leer ni escuchar nada en cuatro días” decía un forofo con el megáfono en la mano”, otros se cagaban en los vecinos rivales, y entonces el gitano Reyes apareció. Gol!!!gol!! GOOOOOOL!!!
Esto sonaba familiar. Huelva, Español, …se había hecho antes. Y los pupilos de Capello lo harían de nuevo. Diarra de cabeza llorando marca el gol que da la liga al Madrid!! Uno de mis compañeros me arrea un puñetazo en las costillas y al otro le tira la hamburguesa al suelo:
-¡Javi la hamburguesa!
–¡Es la liga tío!
– ¡Es verdad!
Y tras eso llego la alegría con el 3-1, la gente intentaba colarse en el Estadio para ver al menos la celebración, cantaba, bebía , saltaba…A los polacos y a Etoo se les puso finos, a raúl y a Beckham por las nubes…La marea humana que bajaba por la Castellana se reunió en la Cibeles para desquitarse de unos cuántos años sin nada que celebrar y viendo como desde el otro lado del puente aéreo los culés dominaban sin rival. Ayer se acabó un importante ciclo y el año que viene la competencia estará totalmente renovada.
No me acuesto siendo aficionado del Real Madrid pese que ayer disfruté con la victoria. Es algo que no llevo dentro y no puedo fingir llevarlo más allá de una celebración con la ciudad que me ha adoptado estos últimos años. Me alegro por Madrid.
Sólo sé que no soy más aficionado del Barcelona. No soy de nadie. No me ha dado ninguna pena ni he sentido un gran dolor. Yo soy del fútbol, y me alegro cuando la gente con la que vivo disfruta. Me gusta celebrar y compartir felicidad, a pesar de que algunos energúmenos la líen siempre.
Ayer, sin precedentes, me sentí además de madrileño del Madrid.
Hace tiempo que mis sentimientos barcelonistas han marchitado sin remedio. Me importa un huevo si pierden o ganan. Su presidente y afición se empeñan con minar los ánimos de los miles de aficionados repartidos por todo el territorio nacional, y yo no soy de piedra: tengo oídos y no soy tonto. Todo esto podía haberme llevado a la más absoluta indiferencia hacia el desenlace de la liga. No fue así: mi admiración por muchos conocidos hacia Sir David, el ambiente madridista que me rodeaba, y una celebración llena de banderas de todos los sitios, incluida especialmente la de España me empujó a desear como un merengue más que el título se quedara en la capital.
Mis dos compañeros de piso y yo nos dirigimos antes de las ocho de la tarde hacia los alrededores del Santiago Bernabéu, a escasos veinte minutos de mi casa. Allí ya se respiraba un ambiente de euforia, los bares estaban a reventar y parecía imposible acoger a la gente que llegase en la hora que quedaba hasta el partido. Con una suerte sui géneris encontramos un bar ultrapijo, con cervezas a tres euros, y banquetas libres. De esta efímera felicidad pasamos al mecagoend… cuando la luz se fue. Y con esa fortuna que el Mallorca marca el 0-1 con la televisión apagada. Un caos, caras desencajadas que no se podían creer lo que estaba pasando, gritos de “la vamos a liar”. Al segundo apagón nos fuimos. Nos esperaba una buena caminata hasta Nuevos Ministerios, para volver a subir hasta dejar atrás Concha Espina y ver la segunda parte a través de las vidrieras de un bar. “No voy a leer ni escuchar nada en cuatro días” decía un forofo con el megáfono en la mano”, otros se cagaban en los vecinos rivales, y entonces el gitano Reyes apareció. Gol!!!gol!! GOOOOOOL!!!
Esto sonaba familiar. Huelva, Español, …se había hecho antes. Y los pupilos de Capello lo harían de nuevo. Diarra de cabeza llorando marca el gol que da la liga al Madrid!! Uno de mis compañeros me arrea un puñetazo en las costillas y al otro le tira la hamburguesa al suelo:
-¡Javi la hamburguesa!
–¡Es la liga tío!
– ¡Es verdad!
Y tras eso llego la alegría con el 3-1, la gente intentaba colarse en el Estadio para ver al menos la celebración, cantaba, bebía , saltaba…A los polacos y a Etoo se les puso finos, a raúl y a Beckham por las nubes…La marea humana que bajaba por la Castellana se reunió en la Cibeles para desquitarse de unos cuántos años sin nada que celebrar y viendo como desde el otro lado del puente aéreo los culés dominaban sin rival. Ayer se acabó un importante ciclo y el año que viene la competencia estará totalmente renovada.
No me acuesto siendo aficionado del Real Madrid pese que ayer disfruté con la victoria. Es algo que no llevo dentro y no puedo fingir llevarlo más allá de una celebración con la ciudad que me ha adoptado estos últimos años. Me alegro por Madrid.
Sólo sé que no soy más aficionado del Barcelona. No soy de nadie. No me ha dado ninguna pena ni he sentido un gran dolor. Yo soy del fútbol, y me alegro cuando la gente con la que vivo disfruta. Me gusta celebrar y compartir felicidad, a pesar de que algunos energúmenos la líen siempre.
Ayer, sin precedentes, me sentí además de madrileño del Madrid.
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